INTRODUCCIÓN
Marceline hizo de su propia vida un mito. Contó que una vez había rescatado al Príncipe de Asturias, Alfonso, del peligro de un elefante furioso en un circo de Madrid, que una princesa india se enamoró de él en Londres y asistió a todas sus funciones durante una temporada entera. Decía llamarse Marceline Martini y solía bromear con que su familia no estaba relacionada con el famoso cocktail, aunque éste siempre era un buen amigo para un payaso.
El escritor estadounidense E. B. White escribió en 1948 un reportaje para el New Yorker que iba a ser una de las mejores crónicas de las primeras décadas del siglo XX sobre la ciudad: “Here is New York”. Lo escribió desde el Hotel Algonquin, a una manzana del Hippodrome en el que Marcelino había actuado, y en ‘él lo cita junto a Hemingway, Rudolph Valentino, Joe Gould, Walt Whitman y otros personajes que habían conformado el entorno excepcional de la ciudad en la que escribía un par de décadas antes.
Charles Chaplin coincidió con Marceline actuando en Londres y le consideraba una referencia profesional. Cuando años más tarde lo vio en un espectáculo en el circo de los Ringling Brothers en California, corriendo por la pista junto a un grupo de payasos, le dio pena, dice en su autobiografía, que alguien con tanto talento se hubiera visto reducido a eso. Cuando se acercó al camerino a saludarle, Marceline le contestó con apatía. Su suicidio le marcó y envió una corona de flores a su entierro.
Buster Keaton concedió en 1958 una entrevista a Robert y Joan Franklin. Cuando le preguntaron por los artistas a los que admiraba respondió: “Marceline fue el mejor payaso que vi nunca.”
DE JACA A LONDRES: UN VIAJE PERSONAL Y PROFESIONAL
Marcelino alimentó durante toda su vida el mito de su origen. Dijo de sí mismo que era hijo de un arquitecto español que le dejó al cuidado de un circo cuando era un bebé, que había escapado con siete años del sastre del que era aprendiz para encontrar refugio en el circo, que una vez se había quedado dormido junto a la jaula de los leones. Que sea como fuere encontró a un payaso que le enseñó a caer y a hacer acrobacias mientras se ocupaba de cuidar a los animales y limpiar las jaulas. Que encaramado sobre una vara de bambú, y en equilibrio sobre la frente de su padre, cayó al público matando a un espectador cuando era un niño. Que su familia tuvo entonces que retirarse a un castillo a cultivar guayabo y tocar la guitarra. En los medios de la época se habla de que era francés, inglés o escocés, pero lo cierto es que había nacido en la provincia de Huesca y poco de lo arriba descrito parece ser verdad.
Marcelino nació el 15 de Mayo de 1873, en el número 13 de la calle Castellar de Jaca. Su padre, Manuel Orbes Ferrer, era un peón caminero de Zaragoza y su madre, Juana Casanova, era de Bailo.
Siendo un niño, Marcelino entro en contacto con el Circo Alegría, muy posiblemente durante una de las temporadas que paso en Zaragoza, donde vivía su abuela paterna. Con ellos actuó en España hasta que comenzó a trabajar con el circo Hengler, con el que viajó por media Europa.
Marcelino llega a Manchester (Inglaterra) en 1895 a actuar y se enamora de una chica inglesa de su misma edad. El 19 de Marzo de 1896, se casa con Louisa Johnson, que tomará el nombre de Louisa Marceline Orbes.
Cuando la revista Vogue le preguntó en 1905 qué le diría a un niño que quería huir con el circo, Marceline respondió que la vida de un niño en el circo es una vida difícil. Habló de trabajar muy duro, pasar hambre y sufrir maltrato, de comer y dormir en una tienda y estar expuesto a los elementos.
En Londres Marceline, que vivía en el distrito de Putney, disfrutó por primera vez en su vida de las mieles del éxito profesional. Se le conocía como “el ídolo de los niños” es allí donde refina el personaje con el que luego se hará más famoso todavía en Nueva York. Un artículo memorable en la revista satírica “Punch, the London Charivari” relataba en 1904 como Marceline era en realidad el Príncipe Alejandro de Bulgaria, obligado a vivir de incognito tras su rapto por soldados rusos y su posterior exilio.
Charles Chaplin recuerda en su autobiografía sus comienzos en el Hippodrome de Londres, donde hacía de gato en una pantomima de la Cenicienta. En una ocasión, ambos actuaron juntos. Marceline huía de un perro y tropezaba con Chaplin (que entonces debía tener doce años) y que hacía de gato. En sus memorias recuerda que Marceline le reprendía por no arquear lo suficiente la espalda para amortiguar su caída.
LA LLEGADA A NUEVA YORK Y EL ÉXITO
En 1905, Marceline es contratado para participar en un nuevo proyecto: abrir la primera temporada en el Hippodrome de Nueva York, con capacidad para 5240 personas, al que sus creadores estaban tratando de atraer estrellas de los cinco continentes.
El Hippodrome iba a ser posiblemente el teatro más grande del mundo, pero también el más sofisticado en términos de iluminación y técnica.
Marcelino llegó a Nueva York el 20 de marzo de 1905 a bordo del buque Saint Louis. En el registro de inmigración se declaró artista y a preguntas del funcionario de inmigración negó ser anarquista o polígamo.
No habían pasado dos semanas desde su llegada a la Gran Manzana y Marcelino era el protagonista de un artículo de media página en el New York Times del domingo 2 de abril. El artículo suponía su presentación en sociedad anticipando su debut en el Hippodrome, que iba a tener lugar el 12 de abril de 1905. En él, Marcelino hacía un repaso de su etapa en Londres, del humor inglés, de su experiencia en circos ambulantes por Europa. Marcelino se presentaba como un augusto, como un clown que no habla, y el periodista subrayaba su marcado acento británico y popular, “cockney”. Contaba entre otras cosas como había hecho reír al Rey Eduardo VII cuando éste fue al Hippodrome. Cómo tras intentarlo mil veces, con caídas y trucos, no había forma de hacerle reír hasta que, por casualidad, y tras tropezar con su sombrero y caer, recuperó el sombrero con el pie. Desde entonces, decía, había tenido que repetir ese número en cada espectáculo.
Al acabar la primera temporada, en diciembre de 1905, Marcelino es ya una destino en Nueva York. Comienza a figurar prominentemente en los anuncios del Hippodrome en la prensa. Había hecho dos actuaciones diarias (descansando los domingos) y llenado en numerosas ocasiones el aforo del teatro. El Hippodrome se preciaba ya entonces de emplear a quinientos artistas sobre el escenario y otros quinientos entre bambalinas.
Marceline es pronto una referencia en la crónica teatral de Nueva York. En 1907, protagonizará su primera película, llamada “Marceline, the World Renown Clown of the N.Y. Hippodrome”.
En la primavera de 1908, Marcelino comenzó a enviar a los niños que lo pedían un curso de payaso por correspondencia. La idea, que estaba más planteada como estrategia publicitaria que como curso real, era enviar a los niños que lo quisieran cortas lecciones de forma regular y que todos pudieran asistir en algún momento al Hippodrome a ver a Marceline en directo y a hacer algunos de los trucos y números que habían aprendido. En la primera lección Marceline explicaba a los niños cómo colgar un trapecio en el jardín y jugar con él.
El último espectáculo en el Hippodrome en el que Marceline participó en esta etapa, “Around the World”, era un viaje alrededor del mundo, en el que quince escenas intercalaban esclavos nubios en el antiguo Egipto, una fiesta en el jardín del Palacio de Windsor en Inglaterra y acróbatas en la India. En uno de los interludios, Marceline aparecía haciendo de las suyas junto a una mula llamada Pete que el domador Van Cleve había amaestrado.
El fin de su primer contrato con el Hippodrome culmina una etapa en la que Marceline era una celebridad en Nueva York y Estados Unidos. Las cosas le iban bien. En 1908 había comprado un terreno en Long Beach, en una playa cerca de Nueva York, en la intersección Jackson Boulevard con Penn street, donde pretendía construir una casa de verano.
Sin embargo, había tenido algún problema con la justicia. En 1908, Marceline fue el primero en ocupar uno de los calabozos de la recién creada comisaría de Ventnor, Nueva Jersey al ser detenido por maltratar a su caballo. Los agentes Benjamin F. Comley y Harry Frings lo detuvieron y, tras pasar unos días en prisión y pagar los 10 dólares de fianza, Marceline fue liberado.
EL DECLIVE DE MARCELINE
El Hippodrome comenzaba a notar los efectos de las películas, que atraían al que había sido su público tradicional y que ofrecía espectáculos increíbles a precios más económicos.
Tras el fracaso de “The Wars of the World”, Marceline participa en una película, la segunda en su carrera profesional: “The Mishaps of Marceline”, producida por Thanhouser y donde interpretaba a un payaso que se dedicaba a limpiar ventanas.
En mayo de 1915, Marcelino se unió a Claude Rivoire y Henry Roux para crear la Marceline-Rivoire Restaurant and Café Corporation. Con una inversión inicial de diez mil dólares montaron un restaurante en el número 230-232 Oeste de la calle 38.
El 8 de marzo de 1916 ocurriría un hecho trágico que posiblemente sacudiría a Marcelino. Su antiguo colega Slivers se suicidó tras una dramática historia de amor. Viudo, se había enamorado de una joven, Viola Stoll, a la que había regalado joyas de su mujer valoradas en mucho dinero. Cuando ella huyó con ellas y la policía la detuvo, Slivers no pudo soportar la idea de que estuviera en la cárcel. Iba a verla a menudo e intentó interceder por ella ante la Justicia. La propia Viola dio orden de que no se le permitiera visitar la prisión y, despechado, se suicidó. Su historia mostró cómo los medios de la época se interesaban por los detalles más morbosos de la vida triste de un payaso.
Marcelino explica el fin de su aventura empresarial, que había mantenido con altos y bajos hasta entonces: “Estoy de regreso con el circo, donde sé qué estoy haciendo. Cuando tenía el restaurante, nunca sabía si el distribuidor se llevaba a escondidas cinco o seis libras de mantequilla fresca bajo la blusa. Me arruiné pronto. Vendo risas mucho mejor que menus. Créeme, cualquier persona, artista de circo o lo que sea, debe saber lo que está hacienda antes de hacerlo, al menos, si pone dinero en ello.”
El último espectáculo en el que Marceline participo en el Hippodrome fue “Better Times”. Un regreso al mundo del circo con nuevos números contratados por Dillingham en su último viaje a Europa. Se estrenó el 2 de Septiembre de 1922 y supuso el regreso del Hippodrome a los espectáculos colosales, incluía un cuervo amaestrado, elefantes y una auténtica compañía de payasos, dirigidos por Marceline. El último acto del espectáculo suponía un despliegue de ingeniería, hidráulica, electricidad y estereóptica. Estaba ambientado en Coney Island y se llamaba “La Feria del Hombre Gordo”. Varias actividades acuáticas estaban sucediendo en el tanque del Hippodrome y sus alrededores, Marcelino y sus compañeros payasos, disfrazados de hombres gordos, se caían poco a poco en la piscina mientras las hermanas Berlo (una compañía de doce nadadores) hacían figuras en el agua. Fue el último espectáculo de Marceline en el Hippodrome y pareció acabar donde todo había comenzado quince años atrás: junto a las frías aguas de esa playa del sur de Brooklyn llamada Coney Island.
La prensa publicó que 40 millones de personas habían pasado por el Hippodrome desde su creación en 1905. En la noche en que se clausuró el espectáculo “Better Times”, todos los 50 estados de Estados Unidos estaban representados entre el público con excepción de Utah, Carolina del Sur y Rhode Island. Marceline abrió la boca entonces por primera vez en un escenario para decir que posiblemente fuera porque los trenes de esos estados debían haber llegado con retraso a Nueva York. El suelo sobre el que el Hippodrome se construyó era demasiado valioso como para los beneficios que reportaba. Mucho más se podía sacar de su destrucción y conversión en viviendas residenciales o de hacer espectáculos más baratos. Se decidió por la segunda opción y comenzó a operar como casa de vaudeville bajo Keith y Aibee y pronto su actividad principal fue la proyección de estrenos cinematográficos acompañados de algunos números sueltos de vaudeville.
En 1926, Marceline comienza a trabajar en el circo de Luna Park, donde la prensa dedica un par de líneas a su actuación del 4 de Julio. Su rastro va poco a poco desapareciendo de los periódicos que le auparon y que solo le dedicarían ya portadas, titulares y reportajes con motivo de su muerte.
UNA MUERTE ELEGIDA
El 5 de noviembre de 1927, Marcelino Orbés se suicidó en una habitación del Hotel Mansfield, en el número 226 Oeste de la Calle 50, en el corazón de Manhattan.
Las crónicas de la época relatan cómo hacia las cuatro de la tarde, una empleada del hotel que había entrado a limpiar la habitación, Essie Goodman, se lo encontró muerto arrodillado junto a la cama. Había entrado al mediodía, pero imaginó que estaba rezando y no quiso molestarle. Fue al volver al cabo de unas horas cuando descubrió que se había quitado la vida.
En la cama había, sobre una maleta abierta, fotografías de sus tiempos en el Hippodrome, recortes de periódico. Poco más tenía entonces Marcelino, el New York Herald Tribune dijo en su crónica que entre sus pertenencias había un certificado de pertenencia a una logia masónica en Escocia. Vestía un traje elegante, quizá el que también empleaba para trabajar y en el bolsillo se encontró el recibo de una casa de empeño por un broche con forma de herradura con un diamante por el que le habían dado quince. No había gastado seis. Se había disparado dos veces y una bala alojada en la pared fue tomada como prueba.
Llevaba viviendo en el Mansfield, que le costaba diez dólares a la semana, cuatro o cinco meses. Aparentemente se había disparado alrededor de las cuatro de la madrugada. Los vecinos declararon haber oído un ruido en la noche pero no le dieron más importancia. Su cuerpo fue llevado a la funeraria Frank E. Cambell y Ada Holt reconoció el cadáver. Ella comentó a la prensa que se habían separado en 1925 pero mantenían una buena relación, solían cenar juntos los domingos . “El mundo olvida pronto”, declaró a Los Angeles Times. Ella lo veía abatido por la pérdida de la fama, declaró a la prensa que no tenía dinero pero que pensaba firmar un contrato que al final no se formalizó el lunes de la semana que murió con Roxy
La National Vaudeville Association, de la que Marceline era miembro, se hizo cargo de las exequias. La noticia de su muerte apareció en la portada del New York Times La prensa de la época intenta dar una explicación a su suicidio. Muchos hablan de las aventuras empresariales que no le habían ido bien. Su trabajo como payaso había comenzado a decaer en 1915, sus gracias parecían no hacerlo tanto. Otros hablan de que su vida profesional se había visto afectada por el reumatismo que le impedía llevar a cabo las caídas y las rutinas que le habían hecho famoso. Las últimas actuaciones habían sido en eventos locales, salas de fiestas y eventos benéficos. Wieder dijo de él a la prensa que era un hombre callado, que no recibía llamadas de teléfono ni correo, que ni sonreía ni se quejaba.
En el entierro, el organista tocó Moonlight and Roses, la canción favorita de Marcelino. Su cuerpo fue conducido al Cementerio de Kensico, al norte de la ciudad de Nueva York. No es fácil encontrar la tumba de Marcelino. No hay lápida y el registro con su nombre y sus datos nunca fue informatizado. Su tumba no tiene lápida.